El poder de las palabras

«Es la boca la que manifiesta el último pensamiento consciente, es el vehículo mediante el cual el potencial se expresa.»   – Rav Berg

Como padres, es útil tener en cuenta que las palabras tienen un poder mucho más allá de lo que podríamos esperar. Se nos dice que las palabras tienen la capacidad de provocar milagros o desatar fuerzas destructivas en nuestras vidas. Las palabras pueden traer Luz o hacer un daño duradero. La ciencia apoya la idea de que el lenguaje tiene un gran impacto: investigaciones demuestran que las palabras y la forma como las usamos, moldean la forma de las vías neuronales del cerebro. Las palabras crean la construcción de lo que pensamos, y por lo tanto, la forma en que experimentamos el mundo.

He estado leyendo acerca de un sistema llamado Gimnasia Cerebral que explora las formas en que el lenguaje que usamos, cuando se trata de aprender, determina si estamos en un tren de alta o baja velocidad. Por ejemplo, en lugar de decir: «Yo trato,» es mejor decir: «Hago mi mejor esfuerzo.» En vez de «Espero», di «Pienso», o «Confío» o «Confío en que sucederá». En lugar de «Yo quiero», di «Lo haré» o «Tengo pensado.» En vez de «Renuncio», di «Me estoy dando un poco de espacio», o «Me voy a tomar un descanso.»

Como puedes ver, un pequeño cambio en el lenguaje puede hacer gran diferencia en nuestro estado de ánimo, especialmente cuando se trata de nuestros hijos. Lo peor que podemos hacer es ceder ante el impulso de hacer una afirmación absoluta, sobre todo cuando es negativa. («Nunca te importa», o «Siempre olvidas todo», son buenos ejemplos).  Si una mentira se repite muchas veces la gente la va a creer, por lo que tenemos que evitar ese peligro al mismo tiempo que damos repetición suficiente a la verdad. Cuando hablamos con nuestros hijos es importante que elijamos palabras que dan ánimo. En vez de decir “Has fallado” podrías decir, “Todavía no  lo has logrado.” Esta es  una elección de palabras más positiva. También menos estresante tanto para ellos como para nosotros.

A menudo recordamos a nuestros hijos usar palabras de amor y bondad con nosotros y con los demás y cuando no lo hacen, usamos palabras duras para disciplinarlos. A veces me encuentro a mí misma usando palabras negativas con mis hijos cuando se portan mal, y así sólo termino teniendo un mal comportamiento.  Sería mucho más efectivo seleccionar palabras que les animen a cambiar, en vez de reflejar su negatividad.

Verificando conmigo mismo:

1. ¿Qué palabras o afirmaciones uso regularmente con mis hijos? ¿Estas palabras inyectan ánimo y positivismo o están menospreciando su espíritu?

2.¿Qué palabras uso conmigo mismo cuando las cosas no salen como yo esperaba? ¿Me estoy dejando caer o estoy buscando hacerlo mejor la próxima vez?

3. ¿Qué palabras quisiera usar más frecuentemente con mis hijos? ¿Les dije “Te amo” el día de hoy?