En esta época navideña parece que todo es comer, beber y consumir, a donde quiera que miremos nos invaden anuncios para comprar comida, todo tipo de regalos y sobre todo juguetes, juguetes y más juguetes.
Y aunque les compramos de todo el resto del año, nuestros niños siempre aprovechan la llegada de los reyes magos para pedir otro regalo más con el que sabemos que jugarán un par de veces como mucho y luego lo dejarán arrumbado por allí y no se volverá a utilizar hasta que otro niño con suerte lo descubra en algún centro de acopio.
Pero no lo podemos evitar, como padres cometemos el error de comprarles a nuestros hijos esos juguetes que les hace tanta ilusión tener y por ese minuto de verles su cara de alegría al desenvolver su regalo, pagamos lo que haga falta aunque en el fondo sepamos que es dinero malgastado.
Yo no digo que no les compremos nada, los niños necesitan jugar es un derecho universal que les corresponde, pero los juguetes son simplemente un material de apoyo que les ayuda a entender el mundo, y a desarrollar su pensamiento y creatividad, pero para ello el juego necesita ser libre, es decir sin interferir ni dirigir como tanto nos gusta. Y sobre todo necesitan tener tiempo, eso que tanto nos cuesta sacar entre tareas, clases de inglés, gimnasia, fútbol y todas las obligaciones que les imponemos desde muy temprana edad.
En estos tiempos no resulta fácil que un niño juegue libremente, lo cierto es que nuestras vidas ocupadas y la falta de espacios al aire libre nos condicionan y un niño necesita moverse, saltar, correr, esconderse, e interactuar con su alrededor.
Así que si realmente queremos darle a nuestros hijos un regalo que verdaderamente valga la pena, démosles tiempo y espacios donde puedan ser ellos mismos.