A los adultos se nos olvida que también fuimos jóvenes…

A veces, casi siempre, sucede que cuando nuestros hijos nos piden permisos, probablemente nos remita a nuestra época de juventud y locura porque nos hemos vuelto en seres restrictivos al extremo por temores mal infundados.

Nadie experimenta en cabeza ajena dicen por ahí y ¡tienen razón! Esa manía de querer controlar a nuestros chiquillos por las malas experiencias que vivimos, por la violencia, los robos, la situación del país etc., es simplemente una locura implantada en nuestra cabeza para querer controlar lo que les pueda pasar para evitar nuestro propio sufrimiento.

¡Así es! Qué irónico ¿no? Tratamos de controlar salidas por temor a lo que les pueda pasar porque sabemos que si algo les pasa sufriríamos desmedidamente. Por una parte, tenemos toda la razón, a los hijos que nos dolió parir debemos protegerlos y, por otra parte, que ilógico es tratar de meter a una persona en una burbuja de cristal para que nada les suceda cuando la misma burbuja puede quebrarse y hacerles más daño.

Es ahí cuando vienen los reclamos de nuestros hijos y las preguntas: ¿por qué no puedo ir?, ¿por qué no puedo hacer?, y cuándo nos toca preguntarnos ¿por qué no los dejo ser?

Eso de andar viviendo con temores no es sano ni para nosotros ni para ellos. Claro que debemos ser restrictivos: premiar buenas actitudes, calificaciones, tareas de escuela y casa, actividades extracurriculares, etc., y castigar también como manera de poner límites para hacerlos reflexionar de sus propias acciones.

Por ejemplo: hace poco me preguntaban de los miedos de dejar a un hijo viajar al extranjero a estudiar por temor a su sexualidad, a los robos, a la violencia! Quitémonos la venda de los ojos: la sexualidad la pueden vivir incluso en su misma casa, los robos y la violencia suceden también, desde su hogar.

Dicen que cuando las personas tienen ciertos miedos, es cuando nos volvemos más vulnerables a que las cosas sucedan, como tener miedo de manejar por no chocar… probablemente estaremos tan concentrados en nuestro miedo que se nos va a olvidar pisar el freno, concentramos todo eso en un miedo mal infundado de algo que ni siquiera ha sucedido.

La cuestión aquí es preguntarnos qué tan bien hemos educado a nuestros hijos para confiar en ellos al 100? Hay que relajarnos! Eventualmente los pollitos volarán del nido y tú decides si quieres que vuelen con alas cortadas y con ganas de nunca regresar o que vuelen con alas firmes, fuertes y con la mentalidad de siempre estar presentes en la vida de sus padres.

Ahora, es importante que seas permisivo y que llegado el momento en que tus hijos empiecen a estirar las alas platiques con ellos temas importantes para entenderlos y poder apoyarlos en caso de crisis.

Permíteles a tus hijos tenerte confianza de contarte las cosas para que entonces puedas apoyarlos cuando sea necesario y tomar precaución de lo que les pueda suceder sin restringirlos… tanto pesa un corazón como una pierna rota, ambos implican dolor y entonces, por qué limitas a tus hijos a andar en bici por las piedras y no a tener amigos que pueden traicionarlos? Porque estamos conscientes (aunque el grado sea muy ligero) de que el dolor es algo normal que hace crecer a cualquier ser humano… Ahí empiezan el curso de las decisiones.